Séptimo Religión


LA FAMILIA CRISTIANA


 Papel del padre y de la madre en la educación de los hijos. Los años pasados hemos tratado varias veces el tema de la familia a la luz del magisterio. Puesto que el Camino Neocatecumenal, en cuanto iniciación cristiana, está centrado sobre la familia, según la Palabra de Dios "Él pasó salvando a nuestras familias" (Ex. 12,27), este año trataremos de manera particular el tema de la educación de los hijos y sobre todo de la transmisión de la fe a los hijos.
 Como siempre, examinaremos estos aspectos de la vida de la familia cristiana, a la luz de la Revelación, de la Tradición y del Magisterio de la Iglesia, Madre y Maestra. Antes de entrar en el argumento sobre la educación de los hijos, haré presentes algunos aspectos esenciales de las catequesis de los años pasados, por su referencia directa a la educación de los hijos.
INTRODUCCIÓN
 Como Introducción traigo aquí una visión sintética de la familia cristiana en el mundo de hoy, expuesta en la Conclusiones del Congreso teológico-pastoral sobre los hijos, organizado por el Pontificio Consejo para la familia, en ocasión del In Encuentro Mundial del Santo Padre con las familias, en Roma (11-13 de octubre de 2000):
Vivimos en una época de crecientes y sistemáticos ataques contra la familia
Vivimos en una época de crecientes y sistemáticos ataques contra la familia y contra la vida.
 En este contexto es necesario, de todas formas, evitar tanto un pesimismo paralizante, como un optimismo ingenuo e irreal. La tendencia a poner en duda la institución familiar, su naturaleza y misión, su fundamento sobre el matrimonio (unión de amor y de vida entre un hombre y una mujer) está, por así decido, generalizada en determinados ambientes muy influyentes, marcados por una mentalidad secularizada. Esta tendencia... está presente también en importantes medios de comunicación; ella trastorna la vida económica y profesional de muchos y obstaculiza la percepción de la realidad del matrimonio en nuestros hijos.
La fecundidad ha padecido un desmoronamiento en muchas regiones, especialmente allí donde las riquezas son abundantes. La plaga del divorcio se extiende en países de larga tradición cristiana. El aborto hiere profundamente el alma de los pueblos y las conciencias de las personas. Las "uniones de hecho" constituyen un grave problema social cada día más extendido. Existe el riesgo de que un tal estado de las cosas lleve a nuestros hijos a dudar de sí mismos y de su futuro, y a contribuir a su desconfianza sobre su capacidad de amar y de asumir los compromisos matrimoniales.
Esta crisis es reveladora de una enfermedad del espíritu que se ha alejado de la verdad y de una antropología errónea; refleja, además, un relativismo y un escepticismo sin precedentes. Esta demuestra que el hombre está tentado a cerrarse a la verdad sobre si mismo y sobre el amor. Frente a este riesgo, es necesario... dejamos guiar por el realismo que brota del Evangelio, y por una profunda confianza en Dios.
 Frente a este riesgo, es necesario ratificar nuestra esperanza en el futuro, dejándonos guiar por el realismo que brota del Evangelio, y por una profunda confianza en Dios, sin esconder la gravedad de los males que amenazan a las jóvenes generaciones. Es precisamente al corazón desilusionado del hombre que deseamos llevar un mensaje de esperanza, dirigiendo nuestro pensamiento a aquellos que construirán el mundo del tercer milenio: nuestros hijos.
 Los desafíos contra la figura del Padre y de la Madre
Para comprender la misión que Dios confía a las familias cristianas sobre todo en relación a la transmisión de la fe y a la educación de los hijos, tenemos que tener en cuenta algunos ataques a la familia cristiana presente y en acto en la sociedad en la que vivimos. Además del divorcio, del aborto, de la eutanasia, de la libertad sexual, de las convivencias, de las parejas de hecho, de las parejas homosexuales: todos ataques a la familia, a estas alturas aceptados y casi todos reconocidos por los Estados, trataremos este año de los ataques contra el hombre: marido y padre, y contra la mujer: esposa y madre, y de las consecuencias negativas en la educación de los hijos.
 A - La progresiva ausencia del Padre en la familia
 En un breve excursus histórico vamos a ver algunas de las causas que han contribuido a una progresiva ausencia del padre en la familia. En el libro "Il Padre, I'assente inaccettabile" Claudio Rise1, psicoanalista, católico cercano a Don Giussani, escribe:
 La revolución francesa
 Cuando los revolucionarios franceses, después de haber decapitado en la catedral de Notre Dame, las estatuas de los reyes de Judá y de Israel, y haber reventado las tumbas de la abadía de Saint-Denís para recoger el oro de los dientes y de los anillos de los reyes y de los obispos, cortaron la cabeza y quemaron la estatua milagrosa de Notre Dame de sous-Terre, en la catedral de Chartres (uno de los mayores símbolos de la espiritualidad cristiana), lo que es llamado proceso de secularización, es decir, la expulsión de la experiencia religiosa de lo sagrado de la vida cotidiana en Europa, se encontraba ya a buen punto. Todas las campanas de la abadía de Mont-Saint-Michel fueron fundidas, y su bronce había sido entregado al ejército revolucionario para que hiciese armas contra los países que todavía se declaraban católicos.
 El "proceso de secularización"
 Lo "Sagrado", la experiencia religiosa cristiana y sus símbolos, que habían marcado la civilización europea, habían quedado ahora en fuera de juego, por lo menos así lo creían los jacobinos, socialistas y liberales. La vida del hombre se desarrollaría por fin en el ámbito "secular", mundano, de las cosas y de la materia, sin el estorbo de creencias trascendentes.
Para ambos fenómenos, sin embargo, declino del padre y separación de Dios (secularización), el derribo revolucionario de las imágenes sagradas de los reyes de Judá y de Israel no hace sino continuar, aunque acelerándolo dramáticamente, un proceso iniciado mucho tiempo antes.
 Lutero, la Reforma y el eclipse del padre
 La Reforma, en efecto, ha desempeñado un papel determinante en la promoción de ambos. Rompiendo la unidad de la experiencia humana en Reino de Cristo y reino del mundo, y después trasladando en el segundo la experiencia del matrimonio, instituto que él considera que pertenezca al orden terreno2Lutero seculariza el matrimonio y la familia.
 Según apunta el antropólogo Dieter Lenzen: "Se puede afirmar que la doctrina de Lutero sobre el matrimonio abrió la puerta a la sucesiva estatalización de la paternidad4. Quita, pues, a la figura del padre aquel reflejo de figura del Padre divino, que le confería enormes responsabilidades, pero de donde derivaba su específico significado en el orden simbólico, trastocado precisamente por la secularización.
 Consecuencia de esta afirmación es que el divorcio desde entonces no concierne más a la Iglesia, si no al Estado. En efecto, dice el reformador: "las cuestiones relativas al matrimonio y al divorcio han de ser dejadas en manos de los juristas y colocadas dentro del orden mundano. Puesto que el matrimonio es algo mundano, exterior, así como lo son la mujer, los hijos, la casa... éste pertenece al orden de la autoridad secular, está sometido a la razón5.
 Como observa Lenzen6: "Las consecuencias de la doctrina matrimonial de Lutero en el plano jurídico, variamente diferenciadas a escala regional, en algunos casos fueron individuadas sólo después de 250 años o más".
Es todavía con Lutero, que comienza el proceso de transferencia de las responsabilidades de la educación del padre (que a partir de allí se convertirá en una figura de relieve esencialmente económico) a la mujer madre y a la educadora.
 Cuatro siglos después de Lutero: la pérdida de la noción de paternidad.
Cuatro siglos después, en la mitad del Novecientos, por el impulso de las sociedades protestantes, la casi totalidad de los papeles educativos y de juzgar será confiada a mujeres, y la figura del padre será a estas alturas físicamente ausente de la casa en un relevantísimo número de casos. Se llegará a ver, entonces, como a la pérdida de la noción de paternidad en Occidente se le acompañe la pérdida de la transmisión de la identidad, y, por ende, de la misma masculinidad a nivel psicológico y simbólico. A partir de entonces, y con la brusca aceleración sucesiva a las revoluciones burguesas y a la revolución industrial, el padre de la modernidad occidental ya no es el custodio familiar por cuenta del orden natural y simbólico divino, y tampoco es el representante de la Ley del Padre. Efectivamente, según la observación hecha por el arzobispo de Milán, Dionigi Tettamanzi, en su carta pastoral Familia, ¿dónde estás?, en los tiempos modernos la cultura dominante "tiende a desposeer a la familia de su valor fundamental o, más bien, fundador: el valor religioso de la relación con Dios. Mellada por el secularismo del laicismo, la familia se interpreta a sí misma como una realidad exclusivamente humana y totalmente autónoma: la familia, en su mismo ser y vivir, prescinde de Dios".
 Pero, ¿qué puede ser el padre en semejante familia? Era inevitable que, llegados a este punto, él se convirtiera sencillamente en un administrador, un procurador de renta (provider), para el núcleo de la familia "restringida" o "pequeña", que sustituye gradualmente a la familia "grande" (Incluyendo aquí a todos aquellos que podían tener necesidad de la familia y de sus sustancias), de la que se encargaba el padre antes de esta reducción.
 El fin de la familia "patriarcal", y la secularización del padre coincide, en efecto, con la afirmación del modelo de "intimidad doméstica" que lleva a la familia nuclear actual.
Reducción del papel del padre: el que procura la renta a la familia
 A partir de la Reforma y durante la modernidad, marcada por la época de las dos revoluciones... la francesa y la industrial, el padre se convierte cada vez más en una figura dominada por motivaciones egoístas y hedonistas. Sus finalidades son cada vez más práctico-económicas, en el mejor de los casos de gratificación sexual-sentimental. Se trata de un personaje que se ha auto reducido "secularmente" al mundo de las cosas: del dinero, del sexo y de una afectividad contratada, medida en los objetos, en el dinero y no sobre otra cosa más.
Además de la Reforma Protestante, de la revolución francesa e industrial, también corrientes y personalidades influyentes han contribuido a la progresiva muerte del padre. Giulia Paola di Nicola y Attilio Danese en el libro en el seno del padre escriben:
De la familia patriarcal a la familia mononuclear.
 Otro fenómeno que sin duda ha influido en la pérdida del padre y también en la crisis de identidad del hombre ha sido el paso de la familia patriarcal, típica de la civilización rural, a la familia mononuclear, fruto de la civilización industrial, sobre todo del cosmopolitismo. En la sociedad de tipo patriarcal, la autoridad del padre que transmitía a los hijos el arte de su oficio, y los valores familiares se encontraba respetada e indiscutida.
La transmisión a las nuevas generaciones estaba favorecida por la presencia de los abuelos, de los tíos, de los primos, de los sobrinos o nietos: un tipo de familia alargada en la que los hijos eran ayudados en su desarrollo y donde las nuevas familias hallaban un sostén. El "Pater familias", en general el más anciano, el abuelo o bisabuelo, como también la mujer más anciana gozaban de estima y autoridad.
 Sin embargo, no se puede negar que en el seno de la estructura patriarcal había también unos condicionantes fuertes, que si a veces salvaban de peligros, otras veces limitaban la libertad de los individuos y de los varios núcleos familiares. Con la llegada de la sociedad industrial, y sobre todo del éxodo de los campos a las ciudades, las familias patriarcales se desmembraron progresivamente. Las jóvenes parejas y las nuevas familias se hallaron proyectadas en el anonimato de grandes ciudades, obligadas a vivir en pequeños apartamentos de grandes inmuebles, habitados en general por gente desconocida, y con unos ritmos familiares impuestos por el trabajo, por la escuela y por otros muchos nuevos compromisos. Típica de este período es la frase: "no quiero que acabes como tu padre, trabajando y fatigándote para ganar poco... Te daremos una instrucción, aunque te cueste muchos sacrificios, mañana tendrás una posición mejor, más rentable y respetada".
En la ciudad el padre ya no transmite el arte del oficio al hijo, más bien es el hijo que muchas veces enseña al padre a desenvolverse en la sociedad moderna. La familia se encuentra normalmente sola, aislada en un piso. Los conflictos inevitables de la convivencia se agudizan y la pequeña familia ya no encuentra el apoyo directo e inmediato de la familia más grande, el parentesco, o el pueblo. Ciertamente la pareja adquiere más libertad, se siente menos condicionada por la familia alargada y por la sociedad, pero se halla más débil frente a los desafíos del nuevo tipo de sociedad.
Es también por eso que se multiplican los fracasos matrimoniales, aumentan los divorcios y las convivencias libres, se aprueba el aborto, los abuelos y los tíos ingresan en los asilos...
 Los hijos se sienten libres de seguir su propio camino, no les apetece obedecer a personas que no están preparadas a transmitirles unos valores que les ayuden a hacer frente a la modernidad y por eso reclaman el derecho de conducir su propia vida. Delante de esta situación los padres se ven desprevenidos y carentes en la educación de los hijos, que forman parte de una generación que ellos no han conocido y que se les hace cuesta arriba comprender.
 La educación familiar entra en crisis: el padre por razones de trabajo está cada vez más ausente, también muchas madres encuentran un trabajo, muchos hijos se hallan solos frente a un mundo lleno de peligros. La actitud de mucho_ padres es la de secundar en todo a sus hijos: crece una generación de hijos debilitados, no preparados para el sufrimiento, incapaces de sufrir, hijos que tienen miedo. a entablar una relación seria con una chica y a casarse, se desliza la edad de los matrimonios, muchos hijos, aun reconociendo las limitaciones, prefieren quedarse en la casa de sus padres, donde encuentran alimento, un refugio para vivir. Aumentan los homosexuales y crece la impotencia masculina, mientras que las chicas son cada vez más seguras y agresivas.





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